En una reciente conversación telefónica de 45 minutos, el presidente estadounidense Donald Trump insistió en la compra de Groenlandia durante un diálogo «duro» con la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, según informó el Financial Times. A pesar de la negativa de Frederiksen, Trump mostró un enfoque agresivo y confrontativo.
La llamada, que tuvo lugar el 15 de enero, dejó en claro que Groenlandia, parte de Dinamarca, no está en venta, lo que llevó a una respuesta tensa por parte de Donald Trump.
Fuentes anónimas señalaron que la conversación fue «muy mal» y que Trump se mostró agresivo ante la negativa de la primera ministra de Dinamarca, incluso a pesar de su oferta de incrementar la cooperación en áreas como bases militares y explotación de recursos minerales.
Una fuente cercana al diálogo comentó: «Fue muy firme. Fue una ducha de agua fría. Antes era difícil tomárselo en serio. Pero creo que es serio y potencialmente muy peligroso».
Otra persona con conocimiento sobre la llamada indicó que la intención de Trump era «muy clara» y que su deseo de obtener Groenlandia es real. Asimismo, se mencionó que «los daneses están totalmente asustados por esto».
Un exfuncionario danés reveló que Trump incluso amenazó con implementar medidas concretas contra Dinamarca, como aranceles específicos.
El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Brian Hughes, agregó que el presidente estadounidense «ha dejado claro que la seguridad de Groenlandia es importante para EEUU», especialmente ante las inversiones significativas de China y Rusia en la región ártica. Hughes subrayó que Trump está comprometido a proteger los intereses estadounidenses en el Ártico y a trabajar con Groenlandia para asegurar una prosperidad mutua.
Desde diciembre, Trump ha manifestado su interés por comprar Groenlandia, describiendo tal adquisición como «una necesidad absoluta». A pesar de las insinuaciones del líder republicano sobre el uso potencial de la fuerza militar para lograr su objetivo, las autoridades groenlandesas han reafirmado que el territorio pertenece a los groenlandeses, poniendo a los 57 mil habitantes de la isla más grande del mundo en el centro de esta tormenta geopolítica.
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